La educación  es la herramienta más poderosa para cambiar la vida de uno mismo y también el mundo, para encontrarse a si mismo/a, para generar opiniones propias, para aprender a respetar otros razonamientos y comprender conductas sin juzgar.

Si nos fijamos en la etimología de la palabra educar, encontramos la raíz de la palabra latina ducere, que significa “GUIAR”. Educar es “guiar o conducir” en el conocimiento  para que el otro pueda desarrollar el máximo potencial. 

La educación debería siempre fomentar la amplitud de la mirada en lugar de reducirla o reforzar juicios. Debe plantear preguntas y no dar certezas. Fomentar el abrirse al mundo, sin encerrarse. Abrirse a los demás, facilitar las relaciones y la aceptación de la diferencia. Y el gran regalo de nutrirse de conocimiento, que ofrece la oportunidad de escoger en qué creer, de tener pensamientos y espíritu propio y crítico, y por ende, de responsabilizarse de las elecciones de conductas, acciones y resultados. 

La educación pues es una puerta de autoconocimiento , al autodominio, a tomar el control de la mente, liberarse de los  miedos y creencias  para vivir la libertad, la autonomía y poder vivir satisfactoriamente, por tanto esencial para todas las personas.

Y la mejor noticia es que podemos educar en cualquier ámbito de nuestra vida, y aplicarlo a uno mismo/a, podemos construir nuevas realidades desde el afecto, la amabilidad y el respeto.